viernes, 28 de octubre de 2016

Mi Bullying y yo...

Rondaría el año 1990, unos meses antes de que arreglaran sus problemas a tiros en Puerto Hurraco y que se aprobara una de las leyes más comprometidas y ridiculizadas del sistema educativo español, y aunque tuviera cosas buenas, las tuvo muy malas.
Una de las escenas que siguen en mi cabeza, y fue el punto de inflexión, fue subiendo a mi clase desde el recreo por aquellas escaleras amplias y sombrías, cuando dos de los famosos "chungos" y asiduos a molestarme,  me dan un par de collejas y me recuerdan que soy un "gafotas", no era la primera vez. Intento no darle importancia, pasar de ellos aunque me quejo entre dientes. Ellos querían mi enfado y usarlo contra mí. Y rápido pasaron a la acción, me arrinconaron y me amenazaron con "reventarte a la salida", tampoco fue la primera vez, pero sí fue la última. Decidí que no podía seguir así, resolverlo yo no sería posible, eran más y más fuertes, yo un "gafotas"
Ellos estaban repitiendo, llevaban unos cuantos años cursando 8º de EGB, no querían estar allí, pero era en el único lugar donde se sentían fuertes y respetados, fuera era muy diferente.
Seguramente ahora estés esperando el relato de una grandiosa resolución construida desde mi queja a mi maestra, y el despliegue de efectivos afectivos para apoyarme, buscar los culpables, tratarlo en asamblea y notificarlo a las familias para que se terminara. Pero no, no funcionaba así, antes las cosas eran diferentes. Aunque tenía una maestra maravillosa, avanzada a su tiempo, con una visión de los niños y la educación mucho más abierta que la de la mayoría de sus colegas, esto no pasaba. Tenía, tengo la suerte de tener un hermano más mayor. Se lo conté, él vio mi angustia, y decidió actuar. 
Al día siguiente se presentó en el colegio, colegio público del extrarradio con nombre de escritor famoso y que también fue su colegio. Antes de empezar el turno de tarde, se acercó a uno de ellos, el más insistente en las amenazas, y se aseguró de no volviera a pasar, y no volvió. No hubo diálogo, hubo determinación y contacto físico sin excesiva violencia, mi hermano mayor jamás se metía en peleas, su inteligencia le hacía sobrevivir. Fue rápido, pero no he podido borrar ese momento de mi cabeza, y nada de lo que pasó después. El conflicto acabó ahí, así. No hubo más amenazas, ninguna familia en el colegio pidiendo explicaciones ni la cabeza de nadie. 
Ahora, quizá estés pensando que esta solución es una locura, una aberración. Quizá estás pensado, ¡bien hecho!, o estás recordando alguna situación parecida de tu niñez. En cualquier caso, hoy no sería una buena solución, ese día, sí lo fue. Es un ejemplo más de los tiempos cambian, nosotros cambiamos, ellos cambian, aunque no lo creamos, nada es como antes, bueno sí, las aulas donde se cuecen estos casos siguen siendo las mismas, del mismo color marrón o verde y, en un alarmante porcentaje, situadas de la misma manera que hace 25 años.
Hace 25 años no sabíamos lo que sabemos ahora, nadie o casi nadie se preocupaba si estabas bien o no, si ibas feliz o no al colegio. No había asambleas, no había educación emocional ni dinámicas de cohesión. No había mediadores, equipos de orientación ni apoyo emocional dentro de un aula de 30 niños y niñas. Al menos mi maestra me mostraba afecto y me hacía disfrutar de muchas de las cosas que pasaban allí dentro. 
Ahora sabemos que un niño motivado puede llegar a más, puede ser mejor. Sabemos que invertir tiempo en su inteligencia emocional hace que estén mejor, que den más, y nos ayuda a ver, detectar o intuir, cualquier caso de acoso. Los conflicto seguirán estando presentes en las aulas, en los colegios. Y no ahora porque esté "de moda", ha pasado siempre. Otra cosa son los casos trágicamente gestionados por centros escolares, quizá por docentes o equipos a los que nadie les enseñó cómo se hace, ni dedicaron sus formación a aprender cómo se gestiona y resuelve un conflicto, ni cómo se llega a un alumno para que tenga la confianza suficiente para contarte algo así. Y tú, tengas el cuajo y la visión docente, y humana, tal que le des una importancia suficiente para tratarlo y observarlo. 
Si desde las leyes educativas sólo, o casi, se fomenta la competición y el paso de pruebas entandarizadas , no ayuda a una resolución de conflictos satisfactoria y sí a que haya más.
Quizá algún día, nos demos cuenta de que, en los tiempos que corren, hay que darle valor a la parte emocional, de gestión de nosotros mismos y de nuestras relaciones, casi tanto o más que a enseñarles contenidos, que por otro lado, quizá olviden o puedan consultar en google cuando les haga falta. 
Soy de los que piensa que en los casos de bullying, necesitan ayuda todos los que están incluidos. Acosados y acosadores. Como en otras tantas cosas en educación, hay que ir a la raíz del problema y ponerle solución o, en su defecto, poner todas las medidas posibles para que así sea, y dotar a ambos de estrategias para que no vuelva a ocurrir. 

Entre todos podemos combatirlo, ahora y cuando se pase "la moda mediática".



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